Nuestra generación está tratando de tirar las barreras del amor romántico: Yadira Torres


  • El discurso del amor nos dice que hay que darlo todo por amor, que hay que luchar y entonces nos metemos en relaciones tormentosas
  • La violencia se va incrementando, porque ahora sí les decimos a los hombres “ya no quiero estar contigo por esto, por esto y por esto”


Por Jorge Luis Heredia

Parece que todo se reduce a qué el niño tiene el balón. En eso radica toda su fuerza. No es que sea más carismático, ni más inteligente o más compasivo: tiene el balón. Y ese parece ser en el fondo el asunto de los conflictos entre hombres y mujeres: los hombres tienen el balón y no lo sueltan. Como perros encarnizados se aferran a los privilegios de que han gozado por miles de años. Por eso, aunque Yadira Torres vea su mundo ideal sin hombres, en el fondo reconoce que son necesarios los acuerdos entre la pareja para vivir, no el amor romántico, idealizado y explotado por las marcas transnacionales, sino los acuerdos reales, eso es amor. Y de eso se alimenta Un grito que lo arrase todo, que lleva más de dos años en el escenario y que a la vuelta de la esquina se ha convertido en una cicatriz en el rostro de Aguascalientes, que ya no se puede quitar, de ninguna manera, este grito que por ser tan único, ya es parte de la identidad de la ciudad.

Allí está ella, apacible, serena. Parece un espejo gigante en el centro de la sala, donde verse reflejado parece inevitable. Yadira Torres se ha convertido en un espejo en que se pueden ver todos. Ha construido este espejo a fuerza de pulir lentamente cualquier aspereza, para que el otro pueda verse, íntegro, real. Su voz parece ser un canto de sirenas que conduce inevitablemente a reflejarse, a verse totalmente descubierto, auténtico, sin máscaras y con todos sus vicios, con todos sus hábitos negros, o como dice ella, tóxicos… Es necesario guardar la calma y la serenidad para reconocerse así, como humano y, de pronto…, en poder del balón.

El arte del teatro a fuerza de realidad. Yadira Torres en Un grito que lo arrase todo. 
Foto: Adrian Amador. Cortesía de Yadira Torres Briseño. 

Y frágil. Su apariencia es tan frágil, que parece que hasta el viento suave de la tarde la puede dañar, pero nada más lejos. Yadira Torres ha bajado al infierno, a los sótanos de la justicia mexicana, donde todo arde, donde puede escurrir pus de cualquier cosa que se toque o se presione. Y Salió. No sé si el recuerdo amoroso del espíritu de Yovanna Yaneth Torres Briseño, no sé si el teatro, no sé si se aferre a cumplir con una misión que debe lograr para quitarse lo que parece ser una enorme piedra en su espalda. Salió de los infiernos y se aferra al teatro, su pasión, para que no se doblen las rodillas, para seguir en la lucha como la moderna Quijota que lucha contra una cantidad enorme de molinos de viento y unas estadísticas que no le hacen más fácil el camino. “Hace un tiempo eran 7 mujeres asesinadas con violencia por día, hoy son diez”.

Pero nada más lejano de una activista. Yadira es ante todo artista. Una actriz que ha dedicado su vida al teatro, a llevar historias al teatro, a pulir historias en el teatro, por duras y descarnadas que sean o parezcan. Se atrevió, como pocas, a retomar una historia de sus entrañas, de su sangre, de su piel y de su corazón para llevarla al teatro. Algunos se han atrevido a calificar a Un grito que lo arrase todo como un acto de denuncia pública, pero es mucho más profunda y es necesario verla. No una, las que sean necesarias para que, así, de pronto, aparezca el espejo que es Yadira para verse completos y entonces, sólo entonces, empezar, dice ella, a deconstruir, y quizás no en el sentido de destruir, sino en el de analizar nuestro discurso de vida para darnos cuenta cuando menos que no sabemos que no sabemos, que sería el primer gran paso para saber que podemos compartir el balón. Tras más de dos años de presentaciones y decantaciones de la obra, Fin de Semana, la voz cultural de Aguascalientes, busca con ella la entrevista y en un atardecer fresco, en Mil aromas resuena su voz, su grito que intenta arrasarlo todo.

A dos años del proyecto Un grito que lo arrase todo ¿qué ha pasado contigo?, ¿quién eras antes y quién eres ahora?
¿Qué ha pasado conmigo? Más bien la obra surge después de la muerte de mi hermana, de eso ya van a ser seis años. Pero fue un proceso que me tomó tiempo. Primero sanación, ver qué se puede hacer legalmente, llegar a un proceso de asimilación del dolor y posteriormente plasmarlo dentro de una pieza escénica. Estuvimos trabajando varias personas. Noé (Morales Muñoz) empezó a trabajar sobre este texto y esta historia en específico y a darle forma a lo que yo quería representar. Todas mis ideas y mis experimentos, tenía que tomarlas e hilvanarlas y aparte la consigna mía de que no sea una obra en la que yo acabe sufriendo, que tiene que ser también un homenaje y una celebración y tiene que ser también el reafirmarme que la vida sigue, por eso tenía que acabar así, tenía que acabar cantando.

¿Qué estabas buscando?
Visibilización, necesitábamos generar visibilidad de las cosas. Yo siento que lo que no se nombra no existe, entonces, si no nombramos las cosas, ¿cómo las vamos a cambiar?, si ni siquiera tiene un nombre… Para mi era importante cuestionar el amor romántico, la cultura del amor que tenemos tan arraigada en esta sociedad. Era buscar en todos los dispositivos de música, de películas, de toda la cultura del amor, desmenuzarla y ver por qué siempre andamos muriendo de amor o andamos mal o no puedes tener relaciones saludables, cuestionar tus relaciones tóxicas. Y otro tercer punto eran los recuerdos, la memoria, guardar la memoria, rendir el homenaje, generar esa pieza que ayudara a empatizar a través del dolor con otras personas, que no necesariamente tienen que haberles atravesado el dolor para poder entender.

¿Cómo llegaste al asunto del amor romántico?
Es un concepto bastante manejado y manoseado. Hablar de nuestra deconstrucción, aprender a tener relaciones más sanas y en parte de romper con los mitos del amor romántico, los constructos sociales en los cuales estamos sometidos, pero a veces no por convicción, sino por un constructo social. Por ejemplo, la monogamia, es una onda que para muchos puede ser muy fuerte, pero la monogamia también nos habla de control, de exclusividad, de posesión, de objetualización. A lo mejor para mi es maravilloso vivir en pareja, monogámica, me encantaría casarme claro y tener así… Pero no quiere decir que en el momento en que yo diga que mi relación ya no me está llenado, ni representando, pues diga, sabes qué, bye y no caer en los convencionalismos… en terminar mal. Pero yo no sé por qué los hombres se empeñan en decir eso, cada quien vivimos el rechazo y el desapego distinto. El pensar que el amor es para siempre parece que es algo para nosotras, pero para los hombres no… Porque ellos pueden abandonar con mayor facilidad. Y nosotras no podemos abandonar, si yo no estoy feliz en una relación y decido un día irme por cigarrillos, uffff… A mí se me va a juzgar más que a un hombre.

¿Y temes a que te juzguen?
No, no, no. No le temo a que me juzguen, simplemente lo estoy visibilizando. Simplemente se trata de decir, “mira esto no está chido”, ¿por qué?, porque estamos en desventaja en todo… El hombre puede decir me voy por cigarros y no vuelvo y ser un hijo de puta. Pero yo me convierto en más hija de puta y el nombre se convierte en santo. La mujer no se convierte en santa, se convierte en mujer luchona. Hay muchas diferencias en la estructura patriarcal en la cual nos desarrollamos y no es culpa de los hombres, que ellos tengan el control, han vivido en esta sociedad y tenemos que modificarla, pero sí es chamba de ustedes asumir y decir, “ah, voy a cambiar esas cosas para que no repitamos estereotipos de género, para no repetir que nos lastimen a ambos”, porque el amor romántico lastima a ambos.

Yadira, ¿eso es lo que esperas, que los hombres reflexionen y cambien?
No, no nada más los hombres, todos, hombres y mujeres.

Te imagino como una quijota… Veo las películas de Walt Disney, Netflix… Todos repitiendo esteretipos….
Bueno, en Netflix hay una película buenísima que intenta tirar todos los mitos del amor  romántico que se llama ¿No es romántico? Creo que cada vez estamos abonando, estamos en la generación en la que estamos tratando de tirar todas esas barreras para ser más felices, más plenos.

¿Cómo te ves en diez años? ¿Has tocado corazones, espíritus? ¿Qué pasa en esos diez años?
No sé qué pase, ni mañana, no sabes que vaya a pasar.

Llevas ya muchas representaciones de la obra. ¿Has tenido crisis así como de tirar la toalla?
Pero no de la obra, del sistema. A mí me cansa mucho para que los protocolos de actuación se lleven a cabo, cuando son su responsabilidad de llevarlos a cabo. Me cuesta mucho de repente estar yendo al ministerio público, estar otra vez explicándoles y haciendo presión para que investiguen con perspectiva de género, para que la gente entienda qué es la perspectiva de género. Eso me desgasta mucho, me acaba mucho y en concreto en ese asunto legal sí estoy muy desgastada, muy cansada, muy decepcionada y no creo que en algún momento la justicia vaya a llegar. Pero también, si me radicalizo podemos lograr otras cosas…, uno no puede radicalizarse.

¿Qué significa radicalizarse?
Pues… autodefensa feminista, es como la forma en la cual nosotros tenemos que buscar la seguridad pero, imagínate que todas las mujeres andemos con la espada desenvainada por la calle. A la primera de cambio que me digas y no me guste, eso nos va a meter en una guerra.

¿Hasta dónde piensas llegar? No veo que pronto vaya a equilibrarse el patriarcado.
No, no nos va a tocar, claro. Y menos sin ayuda de los hombres, porque si no, parecemos la loca… Y se nos ha vendido mucho el cuento de la loca, desde los 1600… “Ah, usted está loca, enciérrenla en el sótano”, desde allí traemos esa onda, porque es más fácil invalidar su lucha.

Visibilizar el patriarcado, una de las metas de Yadira Torres.
Foto: Adrian Amador. Cortesía de Yadira Torres Briseño.  

No imagino a Aguascalientes sin Un grito que lo arrase todo, ¿Cuánta violencia hay aquí?
Aguascalientes está en el segundo lugar, en estadística mexicana de violencia contra la mujer. Hace unos años estaba en el cuarto. Hace unos años mataban a siete mujeres cada día. Ahora ya son diez. Yo no creo que estén cambiando las cosas. Yo creo que estamos creando una conciencia en todas. No es que el movimiento feminista esté ganando terreno, sino que ahora es urgente. Hay más hombres cada vez poniéndose en el lugar, entendiendo y no desde el hecho  de que son hijos, padres, hermanos, sino que están entendiendo, están generando una reflexión propia y hoy más hombres empiezan a preguntar cosas y empiezan a tirar esas barreras y esos convencionalismos, y a cuestionar ese orden establecido hasta cierto punto, pues yo creo que allí podemos encontrar al menos un poco de equidad.

¿Cómo es el mundo ideal para ti?
Sin hombres… Y no soy lesbiana, soy lastimosamente heterosexual.

¿Lo que eres ahora se debe a la explosión por Yovanna?
Claro…

¿Y tenemos que vivir una experiencia tan fuerte para reflexionar y actuar?
Yo diría que no, imagínate qué fuerte. Yo no le deseo eso a nadie, yo quiero que tengan una bonita, linda y feliz deconstrucción y no una pasada por el dolor, porque que hasta que no te traspasa el dolor, entonces vas a entender y vas a ser empático y vas a preguntarte cosas y yo no quisiera que a todos nos traspasara el dolor porque si no, imagínate, qué mundo tan terrible...

¿Dónde está la línea entre la actriz y la activista?
¿Debe de haberla…? Yo no creo, la actriz y la activista son una misma, porque al final de cuentas todo pasó por eso, por el rompimiento. Cuando doy cursos, clases o lo que sea, yo les digo: “yo era muy feliz, yo vivía…” acá, estilo Juanga. “Yo era muy feliz”, y sí, yo era muy ñoña, yo hacía teatro para niños, me gustaba mucho trabajar con los chavos, me gusta, ahora tengo ya menos paciencia. Hacía teatro para mis hijos, basándome en sus edades y lo que yo quería que ellos vieran. Nunca me ha gustado el orden establecido, siempre voy en contra, pero después de esto fue como un encontrarme con el dolor, con la amargura, con ineficiencia, ver, conocer, tener de cerca a las instituciones, darme cuenta de un montón de cosas que tú no sabes cómo persona común y corriente que va por la vida y de un montón de injusticias y de un montón de dolor y de que al fin de cuentas sólo cambiamos el rostro, pero son las mismas historias y esto está pasando en todo el mundo, en todo México. Y me doy cuenta que al principio sólo éramos de quince feministas, muy poquitas al principio, no, eran más pero yo no conocía muchas, ni sabía qué era el movimiento feminista, ni sabía nada de esto y de repente me veo involucrada, y me veo cuestionándome y además empiezo a cuestionarme el sistema patriarcal y sus beneficios masculinos y digo “ah, es que los beneficios masculinos no sólo van en lo social, también en lo romántico, y también en lo económico” y entonces te vas dando cuenta de que todo, todo, todo, todo va a lo mismo, al patriarcado, hasta que llegas a cuestionarte tus propias actitudes, tus propias relaciones entonces dices “sí es cierto, mis padres tienen una relación tóxica y yo también” y es como si vas a terapia.

¿Tu obra es una terapia?
También, podría decirse.

A ver, si antes eran siete y ahora son diez por día, ¿entonces qué hace falta? Tú estás generando un movimiento…
Conciencia.

Pero tú estás haciendo conciencia, y no baja el número.
Pero no es mi trabajo, es trabajo de cada quien. Yo te puedo platicar todo lo que tú quieras, te puedo hablar de todas mis relaciones tóxicas… Pero tú como hombre, si no estás dispuesto a compartir el poder, que te ha generado sus beneficios y tus privilegios… No los vas a soltar. Eso es lo que tenemos ahorita, y se va incrementando, porque ahora sí les decimos a los hombres “ya no quiero estar contigo por esto, por esto y por esto” y los hombres, ante el rechazo, como las mujeres, no digo que nada más los hombres, ante la ruptura, pues nos dolemos.

¿Entonces todo radica en un grupo de privilegios que el hombre tiene y a los que no quiere renunciar?
Así es.

Pues veo difícil que sea través de la reflexión la posibilidad de un cambio.
Pero se están haciendo leyes, por eso la paridad de género, por eso el lenguaje inclusivo. Ahorita lamentablemente tiene que ser así y tiene que ser así para obligarnos, por eso esta onda del acoso callejero y el arresto y todo eso, ¿por qué?, porque es para cambiarnos el chip. Solamente si se prohíbe algo, si se legisla podemos cambiar el chip. Después espero que lo entendamos como algo civilizado, que evolucionemos y ya no sea necesario, pero todo viene desde el auto respeto y respetar al otro. Yo no puedo pedirle a alguien que sea como yo quiero que sea. O me gusta como es o no estamos de acuerdo y hasta ahí, tan tan… Pero luego el discurso del amor nos dice que hay que darlo todo por amor, que hay que luchar y entonces nos metemos en relaciones tormentosas donde sabemos que vamos a acabar dañados y que vamos al terminar jodiendo al otro.

Quizás visto el amor así es incompleto porque el amor también es servir.
Y está bien. Yo te ayudo a crecer y tú a mí. Ambos. Pero luego vemos las relaciones de pareja, cada vez menos, que siguen casados por los hijos y ni estás siendo pleno, ni estás siendo feliz, porque nada más tienes una vida y creo que se merecen amores completos, honestos.

¿Qué es el amor para ti?
Ay… El amor radica para mí… Qué pregunta tan difícil. Estoy haciendo una obra que va por ahí y justo acabo de terminar con mi novio… Creo que la libertad de estar con una persona porque te hace feliz y se hacen felices ambos. Para mí el amor debe ser bonito y valer la alegría, no la pena. Debe de ser disfrutable, debe de ser…, pues confianza, honestidad y respeto. Yo no pido amor eterno, no pido fidelidad, no pido exclusividad, no pido monogamia, pero sí pido cuidado, si yo soy tu pareja, me tienes que cuidar.

¿Qué es cuidar? ¿Un vigilante?
No, es cuidar de la otra persona que está contigo. Somos bien tontos de repente. Me decía a mi ex, “es que los hombres somos muy básicos”, y tienden a enrolarse en relaciones más carnales que nosotras. Por nuestra construcción romántica del amor se nos vende a nosotras el amor, pero a ustedes se les vende la libertad, la fuerza. Nos han educado distinto, por eso las mujeres tendemos a aguantar y decir “es que si yo lo quiero un chingo, él va a cambiar”. Ahí tienes el mito de La bella y la bestia o La cenicienta, del príncipe azul que la salva. Los hombres no, los hombres tienen que demostrar un chingo de cosas que envuelven su masculinidad. Tienen que ser macho alfa, lomo planteado, pelo en pecho, brazos de albañil, tienen que ser una serie de cosas así según los cánones establecidos, el proveedor, el cuidador, el valiente, el que repara las cosas, el que resuelva problemas, el que vaya por el garrafón de agua, claro, el que arregle la llanta, el que arregle los baños, ¿por qué? Como si nosotros fuéramos inútiles. Entonces imagínate la presión para los hombres, que luego llegan a una edad, si pierden el trabajo y no los contratan, una presión terrible por ser el proveedor, y que de repente su esposa, su pareja, su mujer gane más que él, le genera una desventaja emocional y de sentirse menos por todo este constructo social, no porque él lo quiera, porque a lo mejor dice, “hay qué chido, un problema menos”… Yo no sé a los de tu edad, pero los de mi edad somos diferentes.

¿Qué es lo mejor que te ha pasado desde que decidiste abordar este tema?
Lo mejor ha sido irme a dar funciones en festivales feministas, salirme de los circuitos teatrales. Siempre he estado en circuitos que pertenecen al arte, pero empecé a aplicar a festivales feministas, festivales que se salían de los círculos convencionales, del arte, del teatro. Y tenía miedo, porque yo decía, me van a cuestionar todo, a enfrentarme a comentarios de “como que no eres tan feminista como yo pensaba…”, para mí eran como situaciones de peligro, porque no lo construí yo sola, porque estuvieron hombres involucrados, pero sí fue muy interesante salirme de los circuitos de arte.

¿Y por qué ahí, porque no a la gente que tiene menos sensibilización?
Pues porque las feministas abren justamente estos espacios para que las personas pues se cuestionen, y vean, y se pregunten cosas. Es menos fácil que irse a festivales de teatro. Y es diferente la aceptación. Dentro de los circuitos de arte es como un choque, como un cuestionamiento, como algo que no les gusta asumir, no sé qué pase con los de arte y con las feministas, se genera como un ambiente más de apoyo y arropamiento.

Vamos a suponer que se cierre el caso de tu hermana y que se cierre favorablemente a lo que tú estás solicitando, ¿crees que ese sería el límite que estás buscando para poder abordar otras cosas o vas a seguir con esta obra un rato más?
Mmmmmmmm, yo creo que la obra en sí se puede continuar, se puede modificar, se puede seguir, la estructura lo permite. He abordado muchas cosas, se hizo esta obra, se hizo otra El río arriba, con temática de desaparición; estoy haciendo otra que habla del amor romántico, menor fuerte, porque luego dicen que mi obra es muy fuerte, yo digo, híjole, si le metió hasta comedia, no puedo ser tan seria siempre. Hice una de la basura hace poco, que estrené, se llama El héroe de barrios, y me clave en esta onda de los consumos responsables. No sé qué placer nos provoca a estrenar cosas y tener cosas, cuando realmente no las necesitamos porque luego dejamos las casas y hay un montón de cosas y dices de dónde salieron tantas cosas. Podemos vivir con lo mínimo indispensable, pero se nos ha vendido que tenemos que tener, tener, tener, tener. Hay un monólogo de una chica española que hace una comedia que dice que el capitalismo se casó con el patriarcado, y que hicieron una bonita combinación, que es la que ahorita que estamos viviendo, pero bueno, esa es otra cosa… ¿cuál era la pregunta? Ja, ja, ja…

Yadira, dime, ¿qué es para ti Aguascalientes?
Tengo amor-odio. ¿Qué es para mí? No podría definirlo como un qué, sino más bien como lo que me hace sentir. Siento mucho, eso es mi problema. Luego no lo pienso. Para mi Aguascalientes es esto, como el amor-odio, me encanta, todavía no encuentro otro lugar adonde irme a vivir, pero de repente no quiero estar aquí, no puedo, ya para mí es muy igual, muy monótono, no siento que hay un cambio, un avance, siento que la gente, no toda, es bastante conformista y no me gusta.

findesemana.ags@gmail.com

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