Nuevas alianzas por amor a mi ciudad: Adolfo Muñoz


Por Jorge Luis Heredia

Rebeca se dobla del dolor. Grita. Es fuerte, pero el dolor más y grita. La invade el temor y la emoción, pero trata de relajarse. Respira profundamente y sin esperar más se va a la clínica número uno del Seguro Social, y como regalo del universo presencia solitaria el milagro del primer llanto y la primera sonrisa de su bebé. Su esposo Víctor Manuel reconocería, años después, que "para qué iba, no soy doctor, no podía hacer nada” y es que el día del parto, sin más y como todos los días, se fue a trabajarAquel hombre duro, sólo se contentará después con los relatos de su esposa sobre el nacimiento de su pequeño Adolfo. Todo está hecho. La herencia genética está consumada.

Por amor a Aguascalientes. Adolfo Muñoz Torres. Foto: Fin de Semana

La vida le tenía deparado, a Adolfo Muñoz Torres, un largo recorrido lleno de cosas que a uno le cuesta imaginar en Aguascalientes: que de niño venda sus poemas a cinco pesos, para las conquistas amorosas de sus compañeros de secundaria; que en la universidad se convierta en el activista más reconocido del estado, al salvar El Sabinal de intereses destructivos y mercenarios; que se convierta en el fundador de una asociación civil, llamada Facultad (Fundación Aguascalientes para la Cultura, la Academia y el Deporte), para agrandar los límites de Aguascalientes y llevarlos más allá, al mundo y, como nadie es profeta en su tierra, no es en Aguascalientes, sino en la Ciudad de México donde es reconocido por primera vez con un doctor honoris causa.

El 2018 se apresura a cerrar. Es el 29 de diciembre y observo mientras mezcla el azúcar en el café americano. Es meticuloso. No deja que la cuchara se escuche, mientras que el Sanborns es un ruidero de tazas y platos y cucharas, Adolfo es cuidadoso. Derrama una gota de café y la limpia antes de dar el primer sorbo. No pierde la sonrisa, ni siquiera por la gota fuera de lugar. Lo escucho. Trato de entender sus palabras, sus gestos y de pronto, así como por una chispa de magia, veo el amor de su madre, veo la determinación de su padre y, guardando las distancias, viene a mi mente Tesla, sí, su poco apego al dinero.

De hecho el dinero, para Nicola Tesla, el genio planetario que inventó el motor de corriente alterna, era algo absolutamente secundario en su vida y así, justo así percibo a Adolfo Muñoz Torres, como un hombre que transita por la vida con proyectos que lo apasionan tanto, que cuando esa pasión hierve en su sangre se olvida del dinero y, justo por eso, creo que una de las mayores obras de su vida no han sido sus logros ni en la cultura, ni en la academia, ni en el deporte, vamos, ni siquiera en el medio ambiente, sino en lo familiar, sin duda el logro que le causa mayor satisfacción es haber sido el editor del libro Memorias de un embotellador, la obra prima y cúspide de Víctor Manuel, su padre.

Cuando habla del libro, su rostro cambia, se ilumina. Lo vive. Y es que realmente lo ha vivido en carne propia. En las buenas y en las malas. En las malas, porque así como su padre no estuvo en su nacimiento, tampoco estuvo en su crecimiento. Cuando Adolfo despertaba, su padre ya estaba en el trabajo y cuando se dormía, el hombre no había llegado aún, acaso lo veía cada mes y de prisa. Y en las buenas porque cuando lo veía y asistían a un restaurante, a comer en familia, solidarios con la profesión de su padre, muy dignos se levantaban de la mesa y se retiraban porque no había Coca Cola.

En su pasión como editor, trató de darle forma de libro a las memorias de su padre, porque, aunque no tiene la profesión de escritor, lleva en las venas la poesía. Y ya bello y hermoso el libro y listo para pasar a imprenta, se lo muestra a su padre que lo contempla de arriba a abajo y al derecho y al revés, sin más le suelta:

--Quedó muy bonito el libro…, pero no soy yo.

Adolfo pasmado, pero pasional, no desanima y luego de pláticas de convencimiento y algunos ajustes, logra la autorización de su padre para la impresión, que al fin se ve en el libro, y no sólo eso, quiere una presentación pública, así que Adolfo consigue un lugar en el Museo Escárcega donde realiza una de las presentaciones más bellas y significativas en la vida de su familia. En el fondo no es el libro, Adolfo Muñoz Torres sabe que, de ese padre con un historial de 46 años de trabajo, heredó valores que guían su vida: trabajo diario, disciplina, esfuerzo.

Y tan pronto como termina una misión, otras pasiones lo acorralan y atrapan para seguir en ese proyecto de vida entregado a su familia y a su Aguascalientes, que tanto ama. Cierto, quizás como Tesla, Adolfo ya no pertenece a Aguascalientes sino a México, al mundo, y por ello recientemente una institución con sede en la Ciudad de México le confirió el Doctor Honoris Causa, "en reconocimiento a su vida y obra, así como a sus excepcionales contribuciones a las causas más nobles de la humanidad".

Adolfo Muñoz "Parker", por nuevas alianzas para la cultura y el medio ambiente de Aguascalientes. Foto: Fin de Semana.

Este reconocimiento a su labor lo recibió en la Ciudad de México, es importante decirlo, no en Aguascalientes. Y a veces no se es profeta ni con la familia. De hecho, cuando estaba a punto de recibir el título honorífico, recuerda las palabras de su esposa “¿y a ti por qué te van a investir?”. Pero luego, su mujer, al escuchar los motivos de cada uno de los cuatro seleccionados por el claustro doctoral para recibir la distinción, con esa sencillez nacida del corazón, expresó sin rubor “al final vi que tú eras el que tenía los méritos”. Hoy Adolfo se encuentra en la lista de personajes como el Papa Francisco que han recibido el honoris causa por parte del Instituto Mexicano de Líderes de Excelencia, un aliciente más a la trayectoria de Adolfo Muñoz para seguir en su empeño por los demás, pero sobre todo, dice, “por amor a mi ciudad”.

Y sí, justamente el amor por Aguascalientes es la gasolina que enciende la vida de Adolfo Muñoz. Parece que no lo busca, parece que la vida se lo pone enfrente y él sabe qué hacer. Supo qué hacer justo en la universidad, cuando delante de sí tenía una denuncia que a cualquiera le hubiera parecido trivial, pero no a su ojo clínico de estudiante de biología. Una empresa, como Pedro por su casa, desvió el cauce del río San Pedro en El Sabinal, para extraer materiales de construcción y, de pilón, desaparecer a los ahuehuetes, el árbol nacional de México desde 1921. Quizás a las personas que vieron la obra les pareció normal y natural, pero no al estudiante de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, Adolfo Muñoz Torres, que inmediatamente vio aquello como un atentado contra el medio ambiente.

Supo qué hacer. Por medio de la Federación de Estudiantes de la Universidad Autónoma de Aguascalientes convocó a rueda de prensa y los medios ávidos de noticias acudieron y publicaron sobre la muerte de los sabinos. En respuesta, el gobierno del estado, con la conveniencia necesaria, contraatacó: los “estudiantes mienten”. Técnica que en política da resultados, pero no contaban con que Adolfo Muñoz y sus compañeros tenían plenamente documentado el atentado en fotografías y videos, así que nuevamente a los medios para responder con contundencia: “el gobierno es el que miente”.

La estadística nos muestra que lo normal es lo frecuente, así que claramente Adolfo no era un estudiante normal, porque a qué estudiante normal invita el gobernador a desayunar. Y sí, el entonces gobernador Otto Granados Roldán lo invitó a un desayuno justo en El Sabinal, donde estuvo por cierto Luis Donaldo Colosio. El discurso del gobierno ese día fue claro, había un firme compromiso de Aguascalientes con el medio ambiente. Lo placearon, sí, placeado para que fuera visto con el gobernador y otros políticos y enviar el mensaje de que ya todo estaba solucionado. Adolfo tenía esa sonrisa de logro, que no cabía en ella.

Adolfo Muñoz, hoy, no manifiesta síntomas de esa fiebre contagiosa que padecen los políticos de convertirse en el próximo gobernador del estado. No. Adolfo Muñoz parece no buscar, vamos, ni siquiera un puesto político. Tiene trabajo y eso le basta para continuar con su mundo familiar y su proyecto por la cultura, la academia, el deporte y el medio ambiente, su pasión más íntima y quizás la que salve al planeta. Adolfo Muñoz, el colaborador por años de El Sol del Centro y que un día fuera mordido por una viuda negra, combinación perfecta para convertirse en Parker a los ojos de sus amigos rotarios, hoy por hoy más bien se enfoca en nuevas alianzas con Margarita Benavides, Aarón Jaimez, Anuart Reyes, Rosy Hernández, Rodolfo Popoca, Eduardo Escárcega, gente que como él construye paso a paso la cultura y ahora, sin lugar a dudas, el medio ambiente de Aguascalientes.

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