Al teatro le duele el poder
V Encuentro de Teatro
Popular Latinoamericano
Por Jorge Luis Heredia
Cinco
minutos, Chacabuco, Sí… mi comandante y Érase una vez un rey son obras de teatro que padecen del mismo dolor
que padece Latinoamérica. Estas obras, presentadas en las sedes nocturnas de
Entepola Aguascalientes, excepto Chacabuco presentada en el Teatro Morelos,
sufren el mismo dolor provocado por una enfermedad milenaria llamada los abusos
del poder, que parece, eso sí, ser democrática y les da muy duro a todos los
que se exponen a sus oscuras delicias: ricos, pobres, listos, más listos,
hombres y mujeres y hasta sabios.
Aremi Hernández, Carmen Álvarez y Shani Lozano en Érase una vez un rey, obra presentada en Entepola Aguascalientes. Foto: Fin de Semana |
Entepola Aguascalientes, sin
duda, tuvo capacidad para reunir obras de alto nivel teatral y con temática
crítica, aunque eso sí, cada grupo teatral le da su propia forma narrativa, lo
que hace más rico el encuentro Latinoamericano. El brasileño Leandro Batista,
con sus Cinco minutos, le apuesta sin
duda alguna al drama, al drama intenso y lo hace desde la profundidad de una
celda en la que ha entregado nada más y nada menos que cincuenta años de su
vida, todo por intentar curar del abuso de poder a industriales de su tierra.
Chacabuco
relata con menos drama y desde un enfoque solidario y de convivencia humana. De
hecho, muestra todo lo humano que se perdió en Chacabuco, Chile, por el golpe
militar de Augusto Pinochet en 1973. La obra está hecha para el disfrute y,
tratando de ir al fondo, es quizás como una de esas cremas milagrosas que pueden
ayudar a aliviar el espíritu perdido o, como está de moda decirlo en México, capaz
de sanar el tejido social, lo que sea que eso signifique.
Sí…
mi comandante de Cuernavaca, Morelos, pinta con sólo dos
mimos y una silla, actos y escenarios diversos y el auditorio no sabe si reír o
llorar. Ya lo anticipábamos, las actuaciones de Manú Maciel Vilema y
Christopher Flores dejaron mudo al auditorio. Todo parece que se desarrolla en
una obra de ensueño, con mimos que parecen recordarnos a Marcel Marceau, a
Chaplin, pero pronto el desengaño en brutal, porque los mimos sólo son el
pretexto para hablar de una violencia del poder que parece no tener límites.
Y, sin lugar a dudas, una
especie de revelación ocurrió la noche de anoche, en Caffetos, con las
actuaciones de Aremi Hernández, Shani Lozano y Carmen Álvarez bajo la
dirección de Jaime Federico Hernández Saavedra con la obra hecha en Xalapa,
Veracruz, Érase una vez un rey. De
hecho, la obra es la tesis de la licenciatura en teatro de Aremi, que se
convierte, con toda la sencillez posible, en un tratado sobre la enfermedad del
abuso del poder.
Aprovecha a tres
recolectores de basura para narrar, bajo la asombrada mirada de un auditorio,
lleno, la forma en que ocurre, casi por generación espontánea, el poder
transformado en un rey o en una democracia o en una república, al final de
cuentas, la enfermedad es la misma, el poder que como carroñero devora el alma
del pueblo que aún cree, que siempre cree, que tiene esa alma blanca y pura para
volver a creer cada vez que las melosas palabras del poder penetran su oído.
Entepola termina hoy pero
parece no terminar. Hay que danzar y esperar que la temporada de lluvias no
cese para que nazcan las semillas… Y crezcan, claro. Queda en el fondo la
sensación de que Entepola ha nacido naturalmente para luchar como un Quijote
contra el monstruo del liberalismo o neoliberalismo, o lo que sea que eso sea.
Hoy termina este festival del teatro abierto, democráticamente, a todos sin
excepción por el municipio de Aguascalientes, aunque pocos aceptaron la
invitación. Y no, no creo definitivamente que Entepola sea una vacuna contra el
poder, contra la violencia del poder, pero puede funcionar.
findesemana.ags@gmail.com
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