La palabra poética para desautomatizar a la sociedad: Adán Brand


  •          Desde chico me sentí interesado por las letras -y muy particularmente por la poesía- por la manera en que a través de la palabra uno podía hacer que las personas cambiaran, hicieran o dejaran de hacer cosas
  •          Antes se creía a ciegas en la religión, un tiempo fueron los noticieros de la televisión, ahora algunos ven como palabra divina lo que se publica en facebook y ni siquiera se toman el tiempo para ver si los datos son verdaderos.


Por Jorge Luis Heredia

Me imagino de siete años a Adán Brand en la iglesia. Es domingo por la mañana y se encuentra bien abrigado, muy limpio, pero sobre todo está atento a las palabras del sacerdote. Quizás otros niños se estén durmiendo o jugando para pasar el obligado tiempo, pero no Adán, él se encuentra atento, con los ojos inmensamente abiertos y fascinado con las parábolas de Jesús, el sembrador, la semilla de mostaza, la de la oveja perdida, pero definitivamente aquel niño entra en éxtasis cuando escucha el Lázaro, levántate y camina, entonces comprende que el milagro es la palabra.


Adán Brand. Pasión por la palabra. Foto: Fin de Semana.

Así es, así ha sido su vida, navegando en el mar de palabras que conforman la columna creadora de la sociedad, la parte esencial sin la cual no existiría nada, completamente nada. Adán ve con palabras. Y cuando alguien dice los mexicanos no leen, sabe que se trata de un comentario automático, no de una reflexión. Observa que las personas no se detienen a sorprenderse de la magia de las palabras, las dicen, así nomás, como si fuera un producto desechable, sin esa carga poderosa que un día levantó a Lázaro de la tumba.

El escritor, el poeta, el profesor universitario observa de cerca a la sociedad. De pronto ve a gente pronunciando poderosas palabras, como espadas o como bombas atómicas, pero sin darse cuenta, y sin consecuencia alguna porque no saben lo que dicen, no saben lo que hacen. Pero está empeñado en usar esa misma arma que bien conoce para lograr lo impensable, que de pronto alguien aquí, y luego alguien allá, se den cuenta que están vivos, que viven y que vibran con las palabras. Fin de Semana le solicita una entrevista al autor de Soy más humano cuando como vegetales y de un gran número de poemas que están por ahí, cumpliendo su silenciosa labor, y aquí está para todos.

¿Por qué Adán Brand escribe poesía?
Bueno… desde chico me sentí interesado por las letras, y después por la poesía, por la manera en que a través de la palabra uno podía hacer que las personas cambiaran, hicieran o dejaran de hacer cosas. Yo quería saber cómo funcionaban esas emisiones de ondas acústicas que cambiaban algo en el cerebro de las personas, de tal suerte que luego el sonido se transformaba en acciones… El sonido podía ser una especie de control remoto para provocar emociones, incluso para provocar que gente en casos extremos se lanzara a la guerra… Entré a Letras porque me interesaba entender las palabras como fenómeno cognitivo y social.

En este camino me fui dando cuenta de que la poesía es la forma literaria que más se enfoca en descubrir y jugar con las posibilidades de las palabras, y de explotarlas al máximo. Creo que es la forma más pura de la literatura y tal vez es también la forma primigenia de la lengua. La fascinación de pronunciar cada palabra y sentir su carga significativa, su peso específico, es algo que se va perdiendo con la repetición: repetir palabras nos automatiza de tal suerte que dejamos de ver sus posibilidades significativas y su extraña relación con el mundo. La poesía tiene entre otras cosas la tarea de volver a poner los ojos niños en nosotros, para desautomatizarmos y para que volvamos a sentir la carga de cada palabra que decimos.

Adán, ¿qué querías cambiar con las palabras en ti o que querías cambiar con las palabras en los demás?
Bueno, a lo mejor lo mismo en mí que en los demás: esta manera de dejar de ver automáticamente al mundo. Me explico: la mesa sobre la que estamos ahora recargados era en un principio un árbol y ya dejamos de ver eso. Un poema te puede decir que esto al principio fue una semilla, que luego se hizo un árbol que cortaron y con él hicieron un barco; alguna de esas tablas se rescató después para hacer la mesa sobre la que finalmente estamos apoyados tú y yo… Ese tipo de asociaciones que rompen las estructuras mentales y que te hacen ver el mundo de una manera distinta, eso es lo que a mí me gustaría lograr.

Por un momento sentí que eran los políticos los que tenían esa atracción para ti, que podían lograr con las palabras que alguien se fuera a la guerra, y eso no ocurre con un poeta…
Bueno, el poeta tiende a ir a hacia otro lado, no precisamente a hacer que la gente vaya a la guerra. Los políticos… bueno, algunos políticos son muy básicos en su manera de hablar; a otros los escucho hablar y son convincentes, tienen una labia impresionante, que es lo que pasaba con Obama. Sí hay políticos muy inteligentes, que te llevan a darles un voto de confianza, pero en general los de aquí no son esos magos de la palabra como decían que era Hitler, por ejemplo. Pero mi fascinación, más allá de si se encamina hacia el bien o hacia el mal, mi fascinación es entender cómo diablos le hizo él o algún otro personaje para, emitiendo solamente unos cuantos sonidos, hacer que masas completas se lanzarán a las armas, o cómo, por ejemplo, a través de la transmisión de creencias -a través de la reproducción de unas impresiones acústicas determinadas- unos japoneses se dejaban ir con todo y avión contra un buque, o cómo ahora también algunos fundamentalistas se inmolan porque creen en algo que les han dicho.

Adán, cuando yo leo tu libro Soy más humano cuando cómo vegetales, ciertamente esperaba poesía, pero me encuentro con artículos, eres como un observador incisivo de la sociedad, no me atrevería a llamarte cronista, pero sí alguien que ve muy incisivamente la sociedad, ¿es parte de lo mismo?  Veo que tus artículos te llevan a desmitificar cosas, a aclarar cosas, a darle sentido a las palabras para que se usen de manera responsable o correcta… ¿Cuál es el hilo del libro, cuál es tu objetivo?
El libro es una colección de artículos publicados a lo largo de varios años en diversos periódicos y revistas. El hilo conductor lo descubro años después, porque justo veo este interés por desautomatizar, por desmitificar como tú bien dices… Ahí es cuando decido que puedo armar un libro. Justo ahora que estamos hablando de Hitler y de los fundamentalistas, también podemos cuestionar cosas en las que nosotros creemos… justo de eso trata el libro: creemos a pie juntillas en muchísimas cosas que nada más es cuestión de empezar a analizar, o a tratar de escarbarle poquito y resulta que no son tan verdaderas o tan fuertes como pensábamos. Muchas veces nuestras creencias están sostenidas con alfileres.

¿Y eso es porque estamos en automático o porque nos conviene?
No sé, es una muy buena pregunta, no sé si nos conviene, tal vez sea más fácil no pensar si tengo o no la razón. Es fácil leer algo que me confirme lo que yo ya quiero creer, y entonces digo “allí está”, y no me tomo el tiempo para reflexionar. Siempre es mucho más difícil autocuestionarme y cambiar mi manera de pensar que cuestionar la manera de pensar de los demás. Tal vez hay un poco de comodidad allí, y de miedo a tener que aceptar que estamos en un error.

¿Qué hace a una persona que se involucre con su sociedad y que no sea comodino?
Primero, es una persona que se cuestiona todo el tiempo: no puedes cuestionar a los demás sin autocuestionarte. Eso sería lo primero. Si vas a exigir algunos derechos o si vas a exigir que no se te trate de tal o cual manera, yo creo que tendrías que pensar cómo estás tratando tú a los demás. Desgraciadamente, la sociedad en la que vivimos es bastante hedonista y egoísta, y lo que hacemos no es pensar en lo que hacemos mal, ni qué es lo que podemos hacer bien, sino por qué los otros me están ofendiendo… no pensamos de qué manera yo estoy ofendiendo al otro. Y si comienzas a autocuestionarte, lo que sucede es que empiezas a ser menos duro o radical al juzgar algunas actitudes de los demás y tratas de ser más comprensivo.

Muchas veces una verdadera lucha social implica perder beneficios para que el otro pueda beneficiarse. Adán Brand. Foto: Fin de Semana.

Desde tu visión crítica dime, ¿qué hace al hombre hedonista y egoísta? Entiendo que hace se sesenta, setenta años había escasez de recursos, pero ahora basta ir a cualquier supermercado para ver la abundancia, entonces ya no estamos en tiempos de escasez, ¿será eso una causa?
Ahí sí no sabría qué responder… no me tocó vivir esos otros tiempos. Yo lo que veo es que muchos vivimos de una manera muy cómoda y no somos capaces de ver que hay gente que está mal, a la que podemos ayudar. Generalmente nuestras luchas son de red social para afuera, de labios para afuera, y en realidad es muy poca la gente que verdaderamente ayuda de manera constante y que no tiene necesidad de ir a publicar cada cosa que hace en facebook. Somos bastante insensibles a las verdaderas necesidades y problemáticas de los demás, incluso aquí mismo en Aguascalientes hay colonias donde la gente está muy, muy mal y yo no he visto a nadie de estos activistas aguerridos ayudando de ese lado.

¿Qué razón tendríamos como sociedad para ir con nuestro compromiso más allá de las redes sociales?
Muchas veces una verdadera lucha social implica perder beneficios para que el otro pueda beneficiarse también y creo que ahí es donde está el problema; pensando en la conservación propia y el beneficio propio a corto plazo no habría ninguna razón para ayudar a los demás. Ahora, si se ve a largo plazo, creo que al final el que el otro también esté bien redunda en mi propio beneficio, porque sí todos vamos creciendo a la par y todos tenemos recursos y todos tenemos una vida digna, es muy probable que muchos crímenes desciendan, porque la gente no tendría necesidad de robar, extorsionar… yo sé que no es en todos los casos, pero en general es lo que podría suceder.

Adán, desde tu perspectiva, ¿hay alguna salida? Parece que la sociedad permanece callada ante robos, secuestros, asesinatos…
La verdad no sé, lo que creo es que al final, si siguen así las cosas va a llegar un punto de quiebre y muy probablemente va a ser bélico. Si las estadísticas de violencia siguen creciendo, los asesinatos, las violaciones, secuestros y robos en todo el país siguen creciendo, yo creo que sí puede llegar un punto en que la sociedad estalle y ya no va a ser mediante peticiones en change.org; sino que vamos a ver a una sociedad enojada que va a tomar las armas. De hecho ya ha sucedido en otros lugares como Michoacán con las autodefensas, aquí todavía somos bastante impermeables, pero la escalada de violencia ya nos está alcanzando.

Déjame regresar a tus poemas, hoy compartiste tres más, y me da la sensación de que tus poemas llevan una carga política impresionante, ¿es así?
No lo sé, pero creo que no mucho. Creo que más bien son cuestionamientos religiosos… si hay o no un verdadero libre albedrío; si hay o no un creador arriba de nosotros… Yo tuve una formación religiosa muy fuerte; de hecho periodistas y académicos poco profesionales, de poca calidad humana y sin una clara idea de la tolerancia, el respeto, la pluralidad y la discriminación se han burlado de mí por eso, a pesar de que en mi trabajo como académico jamás aludo a divinidad alguna como defensa de mis argumentos. Creo que la formación que uno recibió de niño no es algo por lo que uno deba avergonzarse y, en mi caso particular, esa formación ha nutrido mucho mi poesía. En el poema “Umbrales”, publicado hace poco en la revista Sibila, también hablo sobre las dudas de fe. Y en estos tres que mencionas, publicados en la revista Fundación, hablo -usando como pretexto a tres insectos- sobre si hay algo arriba de nosotros, sobre si hemos entendido bien nuestra relación con el mundo, con el tiempo… Por ejemplo en el poema de la cochinilla hablo sobre una predeterminación que tenemos algunas personas: hay quienes siempre vamos con cierto miedo, con ciertas reservas hacia los demás y ya estamos preparados para ponernos una cubierta, para hacernos bolita y así lograr que no nos duelan las amenazas del exterior. Y no sé, no creo que esto sea aprendido, creo que ya hay ciertas disposiciones naturales.

Bueno, ya estamos hablando poesía, pero ahora que he dicho esto quiero regresar a lo otro, a esta idea absurda de la tabula rasa, de que venimos en blanco al mundo, de que todo es un constructo social, que todo lo hemos aprendido… Está demostrado que eso es falso… lo de la tabula rasa se superó hace mucho, y ahorita la gente va y lo repite como merolico y no se sientan a leer estudios de psicología cognitiva, de biología, de neurología, de genética… ni siquiera se lo cuestionan. Nadie viene al mundo como una tabula rasa. En una misma familia y recibiendo la misma educación, te encuentras al enojón, a la que siempre se ríe de todo, al que le dio más por la sensibilidad artística, a la que prefiere las matemáticas… Es decir, no todo depende de la educación académica, social o cultural; también hay rasgos de personalidad o de carácter que no son parte de una herencia social.

¿Y en relación con la lengua es igual?
En cierta forma sí: tú llegas al mundo con un programa, digamos precargado, que es capaz de distinguir lenguas… lo estoy diciendo de una manera muy básica y lo expresan cien mil veces mejor lingüistas como Chomsky o Steven Pinker… la cosa es que tienes un cierto programa, un software precargado para desarrollar una lengua y en el momento en que te ponen en China, en Rusia o en España, vas adquirir esa lengua particular, esos rasgos lingüísticos particulares. La capacidad de desarrollar la lengua es exactamente igual en todas las personas en todo el mundo. Todos los niños desarrollan su capacidad para hablar y hacerse comprender más o menos en los mismos tiempos, independientemente de la lengua a la que les haya tocado estar expuestos. Eso habla de que hay una capacidad innata, natural en todos los seres humanos, para desarrollar o adquirir una lengua. De hecho, la lengua es un gran ejemplo de que somos una mezcla de herencia, digamos, genética, y herencia cultural. Todos tenemos la capacidad innata para adquirir una lengua, cualquier lengua; pero vas a aprender una u otra -Chino o Español, por ejemplo- dependiendo de qué es lo que recibes como input, como estímulos acústicos y gramaticales, y esa es la parte de cultural.

¿El software es genético?
¿Cómo podríamos adquirir las reglas sintácticas de la primer lengua que nos tocó hablar, si no tuviéramos un programa previo que nos ayudara a adquirirlas? Si estuviéramos completamente en blanco no podríamos, sería imposible aprender una lengua, o cualquier otra cosa. No habría manera de aprender nada.

Como que hay niveles de software, digamos este es genético, pero existen otros softwares sociales, si un padre borracho y le grita y le pega a su mujer, llega una época en que el hijo también se emborracha, también le grita y le pega a su mujer…
Eso es aprendido y vale la pena luchar por cambiar esas actitudes. Mi único punto es que hay que ser quisquillosos y cautelosos al momento de hacer afirmaciones tan grandes como “todo es un constructo social”, porque eso es falso. No puedes hacer que una persona que es irascible deje de serlo diciéndole eso, porque no sabes si es un rasgo aprendido o propio de su carácter. Lo que debemos pedirle es que aprenda a controlar o a canalizar sus inclinaciones naturales. Me explico con un ejemplo muy básico: todos tenemos la necesidad e inclinación natural de hacer del baño; eso no es un constructo social. No podemos pedirle a alguien que deje de hacer del baño, pero sí podemos pedirle que no haga del baño en la calle, que aprenda a controlar sus esfínteres y a esperar hasta que encuentre un sanitario. Eso al menos aquí en Occidente, no sé cuáles sean las costumbres en otros lados.

Otra inclinación natural en los animales -no sé si en todos, pero creo que sí- es la de copular con aquella hembra o macho por la o el que se sientan atraídos o atraídas. Esto es igual con las personas, porque también somos animales y, como el resto de los animales mamíferos, tenemos este instinto de propagación de la especie y, más allá de eso, de la propagación de nuestra propia carga genética. Así, no debemos castrar mentalmente a las personas diciéndoles que las relaciones sexuales son un constructo social; que sus inclinaciones son aprendidas. Lo que debemos hacer es enseñarles que viven en una sociedad y que, como en el caso del baño, hay reglas que se deben seguir, por lo que no se puede dar rienda suelta a los instintos. En este caso, la regla es que debe haber un mutuo consentimiento entre las personas que van a copular. Pero, como ves, eso no niega la parte instintiva. No es necesario montarnos en ese absurdo de que “todo es cultural” para enseñar a la gente a comportarse de acuerdo con las reglas sociales que nos parecen más saludables.

¿Y qué función tiene la palabra en esa idea de controlar los instintos? ¿no tienen una cuestión más poderosa las leyes, la cuestión punitiva?
Las leyes y el establecimiento de castigos están hechos de palabras. La palabra es fundamental, es lo que hace al humano, humano. El ser humano se distingue por ser un animal que habla, un animal que tiene palabras, un animal que significa. Todo lo que somos, todas las construcciones arquitectónicas, el arte y la cultura, todas las ciencias tienen como base un sinfín de conocimientos transmitidos mediante las palabras… Incluso para construir celulares debimos pasar por una larguísima historia -que es la historia de la humanidad- de descubrimientos y conocimientos, transmitidos primero de manera oral y después por escrito. Poco a poco y gracias a las palabras resguardamos una enorme memoria colectiva que fue acrecentando nuestro entendimiento de las relaciones que hay entre la materia y diversos fenómenos visuales, sensitivos y acústicos… todo de tal suerte que ahora podemos construir celulares, chips, dispositivos que nos ayudan, curiosamente, a seguir guardando y transmitiendo palabras. Así que creo que la palabra es fundamental; es el centro de todas las personas.


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