Un pequeño departamento, el semillero de violoncellistas de alto nivel en Aguascalientes II

  •         Mis papás me decían música no, música no, porque de eso no puedes vivir: Mónica Llamas
  •          Aunque esté en la calle pidiendo dinero, pero que sea tocando el violoncello: Efraín Quintanilla

Por Jorge Luis Heredia

Segunda de dos partes

Hay otro grupo de estudiantes avanzados, que forman parte del ensamble Sellossollec de Margarita Benavides. Ellos podrían ser la muestra de la postura pedagógica de Margarita, que trae toda su experiencia y la pone en la mesa para que cada quien se sirva a su antojo. Ella, de entrada, es ingeniera civil, carrera que llevaba de la mano con la música y cuando en su Tamaulipas iba a dejar el violoncelo, hace casi 21 años, tuvo la oportunidad de venir a Aguascalientes, donde se ha dedicado, como buena norteña, al cultivo de las semillas musicales, y ahora, varios años después, empieza a ver los frutos.


De izquierda a derecha, los violoncellistas Alejandro Martínez, Daniela López,
Margarita Benavides, Mónica Llamas, Sara Orta Hernández, Efraín Quintanilla y Jimena Díaz.

Edgar Ayala. Alumno e integrante del ensamble de Margarita. “Estoy aquí porque siempre me han inculcado la música. Cuando escuché por primer vez al violoncello me gustó, se me hace un instrumento muy vivo, que se expresa, que habla por sí solo y pues yo desde que estoy con la maestra he avanzado muchísimo por la forma en que ella da sus clases, se entrega para sus alumnos y eso es un motivante para todos nosotros… Esa es una muestra de cómo debemos hacer las cosas y cómo debemos entregarnos”.

Mónica Llamas. “Empecé con el cello como a los 15 años y como en mi casa siempre ha sido esto y esto y esto, pues dejé. Empecé de nuevo a querer retomarlo, pero lo que me he dado cuenta es que no hay constancia. Unas veces había clases y otras no, como que me desmotivé y bueno, lo dejé, porque aparte mis papás me decían música no, música no, porque de eso no puedes vivir, así que terminé mi carrera de arquitecta y dije, ahora sí voy a dedicarme al cello, me encontré a Margarita y aquí estoy muy motivada, porque es completamente diferente a todas las clases que he tenido, desde un principio la técnica, revisión de cosas tan básicas que nunca se me habían señalado”.

Efraín Quintanilla Rodríguez. “¿Pensar en otra carrera? No, porque me estaría diciendo no te sientes seguro para la música. Música, pegue o no pegue”. Inició en la Manuel M. Ponce, hasta que le dijeron “cambia de maestro” y sí, cambió y se encontró a Margarita. Para recibir sus clases tenía que venir de Jesús María, los domingos, muy tempranito, antes de los ensayos de Margarita en la Orquesta Sinfónica y llegaba agitado, pero llegaba con ese espíritu de hambre de aprender música. De eso ya hace como siete años, ahora es parte de Sellossollec y apoya a otros grupos musicales que necesitan violoncellistas. Ama al violoncello y no le importa si es en la calle pidiendo dinero, “allí, siempre y cuando sea tocando el violoncello”.

Daniela López duró cuatro años siendo violinista, hasta que “por alguna extraña razón, vi que el maestro de la secundaria, donde había una orquesta que se estaba iniciando, traía un violoncello y yo en cuanto vi el instrumento me enamoré. Me gusta mucho y ya en tercero de secundaria les dije a mis papás que quería estudiar violoncello, me lo compraron y a la semana empezó a fallar. Fuimos con un laudero y era José Maldonado y él fue quien me recomendó a Margarita. Como al medio año de estar con Margarita me decidí a estudiar la licenciatura en música. Mis papás no lo tomaron muy bien, me dijeron que no servía de nada, que no iba a ganar dinero, que me iba a quedar en la calle. Seguí y poco a poco se fueron convenciendo de abandonar esa idea de que el músico es pobre”. A Daniela la apasiona Apocalyptica, una banda que toca con violoncellos y “me gustaría tocar como ellos, tener una banda y en mis sueños más locos me veo como maestra de la escuela de música Julliard de Nueva York”.

Margarita interviene para decir que los músicos de Apocalyptica son de conservatorio, por lo que le pido que aclare la diferencia con lo que se hace en Aguascalientes. “La licenciatura en Aguascalientes es muy reciente y no hay un bachillerato, no hay un propedéutico, que pueda respaldar a los chicos que quieren en verdad hacer una carrera. Algunos dicen yo quiero tocar el piano y piensan que se van a ir a la licenciatura a que les enseñen a tocar el piano y no, la licenciatura es el perfeccionamiento de todos los conocimientos, no es para ir a aprender. Entonces hay un gran vacío entre los niños de diez años que comienzan y en los 18 que los admiten en la licenciatura, ¿cómo quieren tener chicos preparados para entrar a la licenciatura?, ¿y quién les da todo lo demás? En un Conservatorio los resultados son generacionales, no es un éxito de repente”.

Alejandro Martínez está estudiando la ingeniería en energía en la UPA, carrera que ama tanto como a la música. Al terminar desea una maestría y dedicarse la ciencia. El violoncello está arraigado en su vida, pero no, la música no, la ciencia en primer lugar. “Cuando iba a terminar la secundaria empecé a buscar instrumentos porque quería llenarme de mucha música y el instrumento que más me encajaba era el violoncello, me gustaba mucho el sonido, el tamaño. Le comenté a mis padres de ese gusto y llegó el momento que mi padre estaba caminando por la cuadra y escuchó que alguien estaba interpretando Stairway to Heaven con el violoncello y tocó la puerta para saber quién estaba tocando eso y de allí nos dijeron que la chica que estaba tocando iba a clases con la maestra Margarita”. Así llegó a este departamento de la Gremial que ya tiene reconocimiento internacional.

Jimena Díaz ama la música y quiere ser psicóloga. “Yo vivo aquí al lado de la maestra y me gusta el arte, bailo desde los seis, tengo 17, y mi mamá insistió. Yo no quería, porque tenía la idea de que los maestros de música eran estrictos, bueno porque mi maestra de danza es estricta. Entré a clase y empecé con el ensamble y es diferente a lo que yo estaba acostumbrada. Es muy padre que puedas estar en un lugar sin que te critiquen, sin que te juzguen, sin que te vean mal. Y aquí yo nunca he visto eso de competencia negativa. Nadie te hace menos, todo mundo te incluye. Es uno de los pocos lugares donde puedo ser yo, gritando, sonriendo”.

“Yo vivía en Chihuahua, dice Sara Orta Hernández, empecé en el Conservatorio de Música de allá y lo dejé por mucho tiempo. Ya aquí, cuando estaba en la prepa volví a iniciar con el violoncello en la Casa de la Cultura, pero como que hay un maestro como que no, entonces fue por casualidad que mi mamá encontró un folleto que había clases en el Centro Cultural Universitario, allí fue donde conocí a la maestra Margarita, desde que tenía 17 años, ya van a ser 7 años. No es que yo me quiera dedicar a la música, me gusta, pero yo empecé a interesarme por las artes visuales y estudié la carrera. A mí mi mamá nunca me dijo que tenía que estudiar otra cosa, yo estudié lo que yo quise, entonces yo más bien soy pintora”. Y con su pintura ya dejó su marca en el violoncello del maestro Iñaki, pintó una eterna gota de agua.

Y Margarita remata: “Es importante que cada quien desempeñe su papel dentro del ensamble. Sin dejar a un lado su propia personalidad. De esa manera se cumple la visión de Sellossollec qué es la de difundir, entusiasmar a la gente, que vean que se puede hacer esto, que la gente lo disfrute y que nosotros también lo disfrutemos”. Y es importante en este momento plantear el problema de falta de públicos en Aguascalientes. “A veces no estoy segura si es cuestión de difusión o es más de que la gente tenga la curiosidad. Hay gente que no se quiere mover porque dice, no sé… Esa inquietud hay que empezarla a sembrar”. Y si no es problema de promoción, le pregunto ¿a la gente de Aguascalientes no le interesa la música? Y es directa su respuesta: “de repente es apática”.

Este semillero de músicos de alto nivel, al que Efraín Quintanilla llama, entre risas, “la camada del mal”, sigue una trayectoria firme. Se enfrentan a muchos obstáculos, como la falta de un apoyo decidido de las instituciones: en este departamentito se quedaron Iñaki Etxepare y Samuel Máynez durante el encuentro de violoncello, este fue su hotel, y claro, ellos mismos pagaron sus viáticos y pasajes, lo que no es un obstáculo para que ello promuevan decididamente a Aguascalientes por todo el mundo. Este semillero se enfrenta a la apatía de una sociedad que poco está interesada en los eventos culturales, se enfrenta a un lapsus de educación musical que nadie cubre en Aguascalientes, de los 10 a los 18 años. Se enfrentan a la opinión de algunos padres de que la música no deja para vivir y, pese a todo, este semillero sigue dando músicos de alto nivel de la mano de su sembradora Margarita Benavides.

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