Era la hora del recreo

Historias de la Ciudad

Jorge Luis Heredia

La hora del recreo.


I

Gonzalo Acosta ciertamente era temido en la escuela. La directora nunca le reclamó nada y mucho menos la maestra Julia que ni con el pétalo de una rosa molestó a Benjamín, el hijo de Gonzalo. Tenía fama de ser un ex policía más cercano a los grupos delincuenciales que a la justicia.

Todas las maestras lo sabían, hasta el conserje, que con Benjamín nadie se metía. Hiciera lo que hiciera, como golpear niñas, que era su deporte favorito. Benjamincito, por favor tienes que entrar a tu salón y la mayoría del tiempo Benjamincito entendía. Sin embargo, en ocasiones no había palabra que lo detuviera, ni una sola, menos un grito, so pena de tener al papá gritando, vociferando, amenazando a pecho abierto pecho. Así era.

La maestra Julia utilizaba como estrategia dividir a los niños de las niñas y a las niñas las cuidaba aparte, pero nunca faltaba un descuido, por mínimo que fuera y pasaba una y otra vez. Y todo el tiempo la directora se llenaba de solicitudes de cambio de plantel de las maestras, que nunca aceptaba, y a la vez, ella pedía su cambio a la supervisora que tampoco se lo aceptaba.

Quizás el acto más famoso de Benjamín fue cuando todos los niños del salón del jardín jugaron al secuestro. La maestra se quedó impresionada. No daba crédito. Pero así era. Benjamín era el director de orquesta. Tres niños se prepararon para realizar el secuestro a su compañera, que en el juego se dejaba secuestrar y otros se organizaban para juntar el dinero del rescate. No era una película, era la hora del recreo.

Así fue hasta que faltaban tres meses para que Benjamín terminara el tercer grado. Fue entonces que Gonzalo se convirtió en una estadística de la inseguridad que probablemente él mismo había cultivado. Murió de una manera indecible, con mensajes en su cuerpo de un grupo criminal contrario. Y luego, luego todo cambió.

Celina, la madre del niño, que vivía escondida en un rancho de Jalisco por las amenazas de Gonzalo, regresó y peleó por su hijo hasta que lo consiguió. Realmente no tenía oponentes fuertes. Gonzalo muerto y la abuela del niño que con trabajos podía moverse y un tío en prisión que en nada le interesaba Benjamín.

Celina dice que fue muy, muy complicado acercarse al niño. Estaba acostumbrado a golpear. Y le preguntó muchas veces por qué lo hacía y la respuesta era certera y única: “soy como mi papá”, y el mundo se le caía. Lleva cuatro años luchando con psicólogo de cabecera y el niño no le da tregua.

Imagínate, dice Celina, cuando yo vivía aquí, pues Gonzalo sí traía algo de dinero y me daba, pero cada vez que llegaba, borracho o buen y sano me insultaba, me golpeaba y siempre lo hacía frente al niño. Entonces yo no lo pensaba, porque me encontraba llena de pánico, pero ahora sí pienso, imagínate a mi hijo si no cambia su vida, va a ser una copia de su papa y yo no quiero eso, es muy listo, pero no sabe ni dar ni recibir amor, apenas lo está aprendiendo.

Fue en la escuela primaria Justo Sierra cuando de plano Celina tocó fondo con su hijo Benjamín y aunque estuvo a punto de renunciar, recobró la calma y tuvo que afrontar una situación compleja, pues en un arranque de cólera el niño clavó una navaja en la pierna de uno de sus compañeros de clase… Era como repetir la historia.

Y bien que lo recuerda Celina. Era tarde, el sol se metía aprisa. Por el cerro del muerto se acumulaban nubes de esas que parecen salir de un cuadro cobrizo cuando Gonzalo llegó a su casa. Hacía frío, era octubre y todavía no salía la luna. Celina lo vio llegar y de inmediato se puso a cocinar para tenerle todo caliente. Gonzalo llegó con Efraín, su compañero. Y sí, pidió de comer y Celina le llevó la comida. Benjamín tenía tres años y estaba hipnotizado por la televisión cuando de pronto se escucharon las voces fuertes de una discusión y Benjamincito se dio la media vuelta y quedó mirando de frente justo cuando Gonzalo tomó el cuchillo y lo clavó sobre Efraín.


II

Cuando le hablaron de la escuela Justo Sierra y supo lo que había pasado, sintió como si viviera un deja vu. Era Benjamín una copia. Una copia exacta. El psicólogo le dice que el niño es muy listo y aprende muy rápido, pero las costumbres que lleva en su alma, las sigue repitiendo, no las olvida del todo.

--¿Qué le recomienda el psicólogo?

--Que le dé mucho amor, que lo enseñe a abrazar, a besar, pero que le ponga límites, que si quiere algo, lo puede tener pero sólo si se lo gana.

--¿Y es suficiente?

--Con el amor, yo creo que con el amor que le falta a mi hijo…

Es tarde y empieza un chipichipi que pronto inunda las calles de la ciudad. Celina seca sus lágrimas mientras espera en el estrecho pasillo de la clínica.


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